En lugar de rectificar, Rolando Astarita sigue empeñado en demostrar que en Anti-Marx defiendo que, de acuerdo con Marx, los salarios necesariamente tenían que caer con el paso del tiempo. En un principio extrajo semejante conclusión descontextualizando una frase de un párrafo en el que NO se hablaba de salarios, sino de medios de producción: aunque en ese párrafo quedaba muy claro que cuando decía que ¡los trabajadores cada vez tienen menos” me estaba refiriendo a medios de producción, Astarita no mostró a sus lectores el párrafo completo y dio a entender que sólo podía referirme a los salarios. Y en su último post emplea esta misma treta descontextualizadora: extraer frases sueltas de Anti-Marx, desconectadas de la exposición de cada capítulo del libro, para aparentar que defiendo algo que ya le he dicho que no defiendo y que en Anti-Marx se rechaza explícitamente en el capítulo dedicado a estudiar la teoría salarial de Marx.
Astarita estructura su post alrededor de 10 puntos, así que vamos a darle réplica a cada uno de esos diez aportando el contexto que él se niega a aportar.
1.
Astarita me acusa de citar una frase de El Manifiesto Comunista en la que Marx parece abogar por la tesis de la pauperización de la clase obrera sin advertir de que Roman Rosdolsky ya demostró que Marx cambió posteriormente de ideas. Por partes.
Primero, si alguien quiere leer mi exposición de la teoría sobre la evolución de los salarios en Marx, puede encontrarla sin las descontextualizaciones de Astarita aquí. En las siguientes líneas voy a extractar algunas partes de esa exposición, pero es recomendable leerla al completo.
Segundo, mi referencia al Manifiesto Comunista viene antecedida por el reconocimiento de que la teoría de Marx es compatible con la elevación de los salarios reales, así que difícilmente puedo querer usar esa cita para defender la visión de que la teoría salarial de Marx es incompatible con los incrementos del salario real:
En todo caso, aunque sea teóricamente posible que los salarios de equilibrio aumenten a través de la movilización social de los trabajadores, también es cierto que Marx no se mostraba demasiado optimista con respecto a la mejora absoluta de la calidad de vida de los trabajadores en el largo plazo. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels ([1848] 1976, 495) afirman que «el obrero moderno, lejos de elevarse con el progreso de la industria, se hunde cada vez más; por debajo mismo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza»
Tercero, Astarita nos dice que Rosdolsky demuestra que Marx cambió de opinión. Nada de eso: lo único que hace Rosdolsky es mostrar que existe una aparente contradicción entre El Manifiesto Comunista y los textos posteriores de Marx. No es que Rosdolsky haya rescatado texto alguno en el que Marx reconozca semejante cambio de opinión o en el que se muestra una secuencia razonable por la que Marx va cambiando de opinión. No. Rosdolsky sólo constata la contradicción y recomienda no prestarle demasiada atención al Manifiesto porque en los textos posteriores Marx no vuelve a hacer mención a esa cuestión:
El Manifiesto Comunista es el único lugar en el que encontramos la doctrina de que se los salarios se mantienen en su mínimo [de subsistencia], una doctrina que más tarde Marx abandonó. Sin embargo, y a pesar de la enorme importancia histórica del Manifiesto como n documento de la historia de las ideas, nadie lo consideraría la quintaesencia de la teoría económica marxista. Consecuentemente, ese párrafo no muestra nada en relación a la cuestión que estamos analizando y es preferible analizarlo con reservas. Volvamos, por tanto, a la obra económica de Marx propiamente dicha.
Cuarto, a pesar de lo anterior, no creo que la visión de Marx sobre la evolución de los salarios sea concluyente. Coincido con Rosdolsky en que Marx rechazaba que los salarios reales se ubicaran al nivel de subsistencia, pero eso no equivale a sostener que Marx anticipara que los salarios reales fueran a crecer sostenidamente durante el capitalismo y, del mismo modo que su teoría es compatible con que éstos se incrementen, también es compatible con que éstos se reduzcan o se mantengan estancados. El propio Rosdolsky reconoce lo siguiente (curioso que Astarita, a pesar de recriminarme insistentemente que no resuma la opinión de Rosdolsky, omita en su exposición este importante matiz en la visión de Rosdolsky):
Marx (y Engels) sobreestimaron a menudo los factores que deprimían las condiciones de vida del proletariado y, por tanto, no consideraron seriamente la posibilidad de un alza significativa de los estándares de vida de los trabajadores, incluso en los principales países capitalistas.
Démonos cuenta de que eso es justamente lo que yo mismo señalo en Anti-Marx. A saber, que la teoría salarial de Marx es compatible con el alza de los salarios reales pero que Marx no era especialmente optimista respecto a una elevación del estándar de vida absoluto de los trabajadores. Vuelvo a citarme:
Aunque sea teóricamente posible que los salarios de equilibrio aumenten a través de la movilización social de los trabajadores, también es cierto que Marx no se mostraba demasiado optimista con respecto a la mejora absoluta de la calidad de vida de los trabajadores en el largo plazo.
Quinto, la única evidencia textual que aporto para demostrar que en la década de los 60 (casi dos décadas después del Manifiesto), Marx seguía siendo pesimista sobre la evolución de los salarios reales no es una cita de Salario, Precio y Ganancia (que Astarita juzga descontextualizada por ocultar que la lucha sindical puede elevar los salarios: volveré sobre este aspecto más adelante en este post), sino también su discurso inaugural en la Primera Internacional de 1864. Vuelvo a extractarlo:
Desde 1848, ha tenido lugar en estos países [de Europa continental] un desarrollo inaudito de la industria y una expansión ni siquiera soñada de las exportaciones y de las importaciones. (…) Por todas partes, la gran masa de las clases obreras descendía cada vez más bajo, en la misma proporción, por lo menos, en que los que están por encima de ella subían más alto en la escala social
(…)
[Todo este progreso no ha sido capaz] de suprimir la miseria de las clases obreras; al contrario, mientras exista la falsa base actual, cada nuevo desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo ahondará necesariamente los contrastes sociales y agudizará más cada día los antagonismos sociales
(…)
Durante esta embriagadora época de progreso económico, la muerte por inanición se ha elevado a la categoría de una institución en la capital del Imperio Británico.
¿Qué optimismo desprendía Marx en ese texto de 1864 sobre el progreso material de la clase obrera? Ninguno. Por eso, aunque su teoría salarial es compatible con el incremento de los salarios reales, no es descabellado considerar la hipótesis (como hipótesis, no como certeza absoluta) de que Marx preveía personalmente un progresivo deterioro de los salarios reales y un aumento de la explotación de los trabajadores (máxime, si la lucha obrera no conseguía doblegar la resistencia capitalista). Insisto en esto: no estoy diciendo que sea del todo cierto que Marx pronosticara la caída secular (o el estancamiento) de los salarios reales, pero tampoco cierro por entero la puerta a ello. Como sucede a menudo con la obra de Marx, existen diversas interpretaciones sobre sus posiciones que potencialmente encajan con algunos pasajes de su obra y que entran en contradicción con otros. En estos casos, uno puede tomar partido por alguna de estas interpretaciones o manejar ambas sin tomar partido por ninguna (“Si Marx creyera esto, entonces…; si Marx creyera lo otro, entonces…”).
En Anti-Marx, mi posición sobre la teoría salarial de Marx es explícitamente la siguiente: su teoría salarial no exige que los salarios reales caigan y sí exige, en cambio, que los salarios relativos (en relación a la plusvalía) caigan; pero, al mismo tiempo, Marx era pesimista sobre la evolución de los salarios reales y no es descartable que pronosticara que el resultado de la lucha de clases dentro del capitalismo sería una clase obrera cada vez más pobre (aunque, repito, esto no es una implicación necesaria de su teoría salarial).
2.
Relacionado con lo anterior, Astarita señala que:
En p. 1080 del Anti-Marx, Rallo sostiene que “la profecía de Marx” era que los salarios reales “irían bajando”, y que en eso “erró por completo. Es lo mismo que dijo en p. 46. No hay que jugar a las escondidas para ganar discusiones. Solo nos hace perder el tiempo.
Si no hay que jugar a escondidas, ¿por qué Astarita no recoge la totalidad de la cita de la página 1.080? Pues porque se le desmontaría el argumento. Cito lo que aparece en Anti-Marx: “En suma, la profecía de Marx de que las jornadas laborales irían en aumento y los salarios (reales o relativos) irían bajando erró por entero”.
Como ya explico en el epígrafe anterior, lo que sin duda alguna pronosticó Marx es que los salarios relativos (en relación a la plusvalía) irían cayendo con el paso del tiempo. Pero en esa misma sección también puse de manifiesto que, si bien la teoría salarial de Marx no es incompatible con que los salarios reales suban, Marx tampoco era especialmente optimista respecto a que se fueran incrementando con el paso del tiempo. De ahí que en esta frase que resalta Astarita meramente esté diciendo que, interpretemos cómo interpretemos a Marx (ora que los salarios reales caerán aunque no sea inevitable; ora que los salarios relativos caerán, cosa que sí es inevitable), Marx se equivocó: ni los salarios reales ni los salarios relativos han caído sistemáticamente con el paso del tiempo.
3.
Astarita, regresando a la frase original que desató toda esta polémica, me acusa de que no tiene sentido afirmar que los obreros tienen cada vez menos, en referencia a los medios de producción, porque los obreros por definición carecen de medios de producción. Astarita, claro, se cuida nuevamente de no exponer la cita a sus lectores para así poder manipularlos. Y es que en la frase de marras yo dije que los trabajadores –no los obreros– tenían cada vez menos: “El capitalismo es, por tanto, un modo de producción que se reproduce a sí mismo de manera amplificada: cada vez más trabajadores tienen menos y cada vez menos capitalistas tienen más, lo que conduce a una explotación cada vez más amplia y profunda”. El obrero o el asalariado es aquel trabajador que vende su fuerza de trabajo por carecer de medios de producción (o al menos por carecer de suficientes medios de producción como para poder participar de manera independiente en la producción social), pero no todo trabajador es un obrero, al menos en las etapas iniciales del capitalismo: los autónomos o productores independientes son trabajadores con medios de producción. En el párrafo citado por Astarita únicamente expongo cuál es la evolución del capitalismo: expropiar progresivamente los medios de producción de cada vez más trabajadores y, por tanto, proletarizar a porciones crecientes de la población trabajadora.
Lo que estoy diciendo, pues, no es nada distinto a lo que señala Marx cuando dice que: “De esa manera crece el poder del capital y la alienación de las condiciones sociales de producción (que están personificadas en el capitalista) con respecto a los productores reales” (C3, 15.4, 373). Los trabajadores son los productores reales (como sabe cualquier marxista que no esté obcecado por sus propias malas lecturas de un texto que busca tergiversar). En cualquier caso, en mi primer post ya le aclaré a Astarita que estaba leyendo mal el texto:
Y a eso me refiero en esa frase: que, conforme se desarrolla el capitalismo, el control de los trabajadores (¡nótese que ni siquiera estoy hablando de asalariados!) sobre los medios de producción va decreciendo progresivamente como resultado de la dinámica de la centralización de capital (de la que hablaré más adelante).
De modo que su empecinamiento en interpretar trabajadores como asalariados sólo puede responder, nuevamente, a su mala fe.
4.
En este punto, Astarita reconoce que en Anti-Marx yo afirmo que “según Marx, puede mejorar el salario real en el capitalismo”. Pero repite sus argumentos anteriores (ya analizados en los epígrafes 1-3) para enrocarse en que, desde mi punto de vista, Marx sí o sí se adscribió a la teoría de la pauperización obrera. La verdad es que la disonancia cognitiva de Astarita es increíble: es capaz de admitir que, en mi libro, reconozco que “según Marx, puede mejorar el salario real en el capitalismo” y, al mismo tiempo, seguir repitiendo que, desde mi punto de vista, Marx necesariamente pronosticó que el salario real tiene que caer en el capitalismo.
5.
En este punto, Astarita vuelve a recurrir a su táctica preferida: descontextualizar para manipular lo que realmente estoy diciendo. En particular, cuando en el capítulo 6 del segundo tomo de Anti-Marx analizo si la tasa general de ganancia tiende a decrecer dentro del capitalismo como consecuencia del incremento de la composición orgánica del capital (tesis de Marx), recurro al Teorema de Okishio para demostrar que la tasa general de ganancia no puede caer bajo el capitalismo exclusivamente por el aumento de la composición orgánica del capital. Para que la tasa general de ganancia caiga, es necesario que los salarios reales aumenten y Marx no consideraba que los salarios reales pudieran aumentar meramente por el incremento de la composición orgánica del capital (sino a través de la lucha de clases). Por eso, la teoría de Marx sobre las causas de la caída de la tasa general de ganancia es incorrecta: porque si los salarios reales se mantienen constantes, el incremento de la composición orgánica del capital no reduce la tasa general de ganancia.
Pues bien, Astarita se agarra a que estoy analizando qué ocurre con la tasa general de ganancia bajo el supuesto de que mantenemos los salarios reales constantes para repetir que, desde mi punto de vista, la teoría salarial de Marx requiere que los salarios reales sean constantes. Para despejar cualquier duda, copio mi reflexión entera sobre este punto en Anti-Marx (dado que a Astarita le encanta descontextualizar, deberemos ser nosotros quienes contextualicemos):
En primer lugar, un grupo de autores (Laibman 1982; Foley 1986, 138-139) propone abandonar el supuesto de que el salario real es constante dentro del capitalismo, de manera que la acumulación de capital y el consecuente aumento de la composición orgánica del capital sí engendren incrementos de los salarios reales. Y, ciertamente, si los salarios reales pueden aumentar, es posible que la tasa general de ganancia se reduzca… al igual que podría reducirse con caídas de la composición orgánica del capital siempre que los salarios reales aumentaran lo suficiente. Es decir, que lo que provoca en cualquier caso la reducción de la tasa general de ganancia es el aumento de los salarios reales, no el aumento de la composición orgánica del capital. El incremento de la composición orgánica del capital no es ni condición necesaria ni condición suficiente para rebajar la tasa general de ganancia: no es condición necesaria porque un incremento de los salarios reales que no derive de un incremento de la composición orgánica del capital (por ejemplo, derivado de una intensificación de la lucha de clases) también disminuirá la tasa general de ganancia; no es condición suficiente porque un incremento de la composición orgánica del capital que no vaya aparejada a un incremento suficientemente elevado de los salarios reales (por ejemplo, en caso de que el capital constante sustituya a la fuerza de trabajo) tampoco dará lugar a una disminución de la tasa general de ganancia. El propio Okishio (2001) considera que su teorema sólo es correcto dentro del irreal presupuesto de que los salarios reales se mantienen constantes: es decir, que si reconocemos que el aumento de la composición orgánica del capital contribuirá a elevar los salarios reales (de acuerdo con los mecanismos que hemos expuesto en el apartado 5.3.2 de este segundo tomo), entonces la tasa general de ganancia sí podría reducirse con el aumento de la composición orgánica del capital (aunque no toda elevación de los salarios reales implicaría necesariamente una reducción de la tasa general de ganancia). En el fondo, pues, este conjunto de autores juzgan que el Teorema de Okishio es correcto dentro de sus premisas, pero a su vez lo juzgan poco relevante para comprender el funcionamiento de una economía capitalista moderna donde los salarios reales sí tienden a incrementarse con la acumulación de capital y el consiguiente aumento de la productividad. El problema es que ésas son las premisas poco verosímiles que adopta Marx para explicar el funcionamiento del capitalismo, a saber, que los salarios reales no pueden aumentar exclusivamente como consecuencia de la acumulación de capital y de la mayor competencia entre capitalistas por adquirir fuerza de trabajo. Por tanto, el Teorema de Okishio sigue siendo válido para examinar la descripción que hace Marx del capitalismo y las conclusiones que pretenden desprenderse de ella
(…)
Ahora bien, y a este respecto, recordemos que el Teorema de Okishio no es incompatible con que la tasa general de ganancia se reduzca a largo plazo, sino con que se reduzca manteniendo los salarios reales constantes: por tanto, el capitalismo realmente existente sí podría experimentar una caída sostenida de la tasa general de ganancia, pero por motivos distintos a los aducidos por Marx (Marx jamás presentó como contradicción del capitalismo el que los salarios reales tendieran a subir sostenidamente). No obstante, que la tasa general de ganancia en el capitalismo realmente existente descienda tampoco validaría per se la teoría marxista: no sólo porque descendería por motivos distintos a los aducidos por Marx, sino porque, como ya probamos en el epígrafe anterior, no existe ninguna inexorabilidad dentro del capitalismo a que la tasa general de ganancia necesariamente deba descender, ni siquiera cuando se incrementan los salarios reales. La tasa general de ganancia puede descender o no hacerlo dependiendo del contexto institucional y económico
En suma, el aumento del stock de capital constante no reducirá por sí mismo la tasa general de ganancia salvo si ese aumento del stock de capital constante aumenta los salarios reales: y Marx rechazaba que el mero amento del stock de capital constante (sin que medie la lucha de clases) eleve los salarios reales. Por tanto, no es verdad que la tasa general de ganancia tienda a caer por mero incremento de la composición orgánica del capital. Pero esto tiene poco que yo haya dicho que Marx presupone necesariamente que los salarios reales han de ser constantes.
6.
En este punto, Astarita copia varias frases de Anti-Marx en las que señalo que “para Marx, los salarios no podrán subir persistentemente a largo plazo por encima de su importe de equilibrio (el valor de la fuerza de trabajo)”. Y, al respecto, concluye:
Todo esto apunta a lo mismo: sostener que los salarios, según Marx, no pueden elevarse “estructuralmente” por encima de un supuesto nivel “de equilibrio”. Cualquier parecido con la cita de p. 46 que critiqué (botón de muestra) no es casualidad.
Sorprende que Astarita no sepa distinguir entre valor y precio de mercado, es decir, entre precio de equilibrio y fluctuaciones alrededor del equilibrio. Lo que estoy señalando en esas frases no es nada distinto a la teoría del valor de Marx para cualquier otra mercancía (incluida la fuerza de trabajo): que, a largo plazo, los precios de mercado tienden a converger con sus valores. De hecho, en la propia frase que extracta Astarita estoy aclarando que, cuando hablo de salario de equilibrio, me estoy refiriendo al valor de la fuerza de trabajo. ¿Acaso Astarita pretende defender que hay mercancías reproducibles cuyo precio de mercado puede desviarse sostenidamente de su valor (o de su precio de producción)? No creo, porque entonces estaría enterrando la teoría del valor trabajo.
Lo que sí parece que quiere dar a entender Astarita con estos extractos es que estoy defendiendo que, a lo largo del desarrollo histórico del capitalismo, el salario de equilibrio es único, es decir, que el valor de la fuerza de trabajo no puede variar a lo largo del tiempo:
La realidad es que Marx no dijo que exista un único salario de equilibrio, y menos todavía se puede afirmar que estuviera “obsesionado” con algo semejante. Lo que afirmó Marx es que el salario no puede ascender a un punto en el que afecte de alguna manera grave a la tasa de ganancia, al punto que los capitalistas dejen de invertir. Por otra parte, Marx sostuvo que hay un nivel mínimo de salario, determinado por las necesidades fisiológicas de reproducción de la fuerza de trabajo. Entre esos extremos planteó que hay muchos niveles (“una inmensa escala de variaciones”, Rosdolsky) a los que puede establecerse el salario. Y en tanto alguno de esos niveles se mantenga en el tiempo, habrá cambios en el valor de la fuerza de trabajo, incluso porque a medida que se desarrollan las fuerzas productivas cambia la misma canasta salarial
Astarita está simplemente afirmando lo mismo que yo he relatado previamente en mi exposición de la teoría de los salarios de Marx (repito que podéis encontrarla extractada aquí). Que hay muchos posibles niveles salariales y que, si alguno de ellos se consolida en el tiempo, ese nivel salarial se convertirá en el valor de la fuerza de trabajo… es decir, en el salario de equilibrio. Vuelvo a citarme en Anti-Marx:
También podría ocurrir que las alzas transitorias en los salarios dieran lugar a elevaciones del valor de la fuerza de trabajo si, por ejemplo, la clase trabajadora y los sindicatos consideran que ese nuevo salario (que transitoriamente supera el coste de reposición de la fuerza de trabajo) es el nuevo mínimo «histórico o social» que resulta imprescindible para mantener su capacidad laboral: en ese caso, el proletariado podría organizarse socialmente para defender, lucha de clases mediante, que ese salario es el nuevo mínimo social.
Lo que sí señalo (más sobre ello en los puntos 7 y 9 de este post) es que, para Marx, no existe ninguna tendencia estructural en el capitalismo a que los salarios reales se incrementen. Es decir, que la estructura de propiedad del capitalismo (propiedad privada de los medios de producción y competencia descentralizada entre esos propietarios de los medios de producción) no impulsa per se los salarios reales al alza. Es la lucha de clases la que, oponiéndose a esas tendencias estructurales, contribuye a elevar los salarios reales (como desarrollaré en el punto 9, uno podría replicar, y en ese caso concedería que mi expresión puede ser confusa, que la lucha de clases también es una dinámica estructural del capitalismo: pero aun así no habría ninguna garantía de que la lucha de clases termine decantándose por el lado obrero y por tanto elevando los salarios).
¿Por qué Astarita se empeña en distorsionar mi punto de vista si estoy diciendo exactamente lo mismo que él? Pues porque quiere manipular a sus lectores sobre cuál es mi interpretación de Marx.
7.
En este punto, Astarita reitera que, desde mi punto de vista, <<los salarios [están] fijados “estructuralmente” a algún punto de “equilibrio”>>, cuando ya acabo de demostrar que esto es falso. Primero, yo no he hablado de que los salarios estén fijados estructuralmente a ningún punto de equilibrio: eso es una invención/tergiversación de Astarita. Lo que he dicho es que no hay ninguna tendencia a elevar estructuralmente los salarios. Y ya he explicado que eso significa que en la estructura del modo de producción capitalista (propiedad privada y competencia entre capitalistas) no hay ningún impulso endógeno a que los salarios reales suban sostenidamente. De hecho, en este punto, Astarita recoge otra cita mía que es va en esta misma dirección:
Rallo sostiene que “…la teoría marxista sí es incompatible con que la mera acumulación de capital y el mero desarrollo continuado de las fuerzas productivas eleven endógenamente los salarios reales” (p. 1197).
En cualquier caso, Astarita pretende argumentar que sí existen tendencias estructurales en el capitalismo, al margen de la lucha de clases, a elevar los salarios reales:
Por un lado, porque cabe la posibilidad “que las necesidades de la acumulación sobrepujen el acrecentamiento de la fuerza de trabajo o del número de obreros, y de que la demanda supere a su oferta, a raíz de lo cual los salarios pueden aumentar”. Y de ahí la posibilidad de que se mantenga el incremento de salario (…) Es lo opuesto de lo que Rallo le hace decir a Marx.
“Es lo opuesto de lo que Rallo le hace decir a Marx”. No, no es lo opuesto a lo que le hago decir… si es que has entendido lo que digo o no intentas manipularlo. Vuelvo a citarme:
Por consiguiente, la acumulación de capital sí podría terminar elevando permanentemente los salarios aunque no directamente a través de la ley de la oferta y la demanda: si la acumulación de nuevo capital incrementa transitoriamente los salarios, si, gracias a ello, los trabajadores aumentan sus estándares de vida y si, en última instancia, dentro del imaginario colectivo de la clase obrera organizada se consolida ese nuevo nivel salarial como el nuevo valor de su fuerza de trabajo, entonces ése podría convertirse en el nuevo precio de equilibrio de la fuerza de trabajo
(…)
Así pues, la teoría marxista de los salarios no es necesariamente incompatible con que el salario de equilibrio se incremente a largo plazo, aunque ese incremento sí debería ir acompañado de luchas obreras o políticas continuadas para elevarlo: es decir, la teoría marxista sobre los salarios sí es incompatible con que sea la propia dinámica del capitalismo, sin mediación de la lucha de clases (es decir, meramente merced a la competencia entre capitalistas por la adquisición de la fuerza de trabajo) la que conduzca a una elevación sostenida de los salarios. «Las condiciones capitalistas en toda su pureza […] sin suponer otras coacciones externas capaces de limitar su eficacia» no pueden llevar a un incremento sostenido de los salarios de equilibrio (Fernández Liria y Alegre Zahonero [2010] 2019, 453). El propio Marx señala que «la producción capitalista, por su propia naturaleza, conduce a la apropiación del trabajo durante las 24 horas del día» (C1, 10.4, 367) [énfasis añadido]. De modo que la reducción de la jornada laboral «no puede lograrse mediante acuerdos privados entre trabajadores y capitalistas. La necesidad de una acción política general demuestra que en su actividad meramente económica el capital es la parte más fuerte» (Marx [1865] 1985, 146).
El mecanismo que expone Astarita –más stock de capital, mayor demanda de fuerza de trabajo y mayores salarios– lo recojo explícitamente en el texto anterior. Pero eso no es suficiente para consolidar un nuevo salario de equilibrio: el propio Marx expone que, si los salarios reales aumentan transitoriamente, los capitalistas tenderán a contrarrestar esa alza reemplazando fuerza de trabajo por capital constante o paralizando la inversión de nuevo capital constante (capítulo 25 del volumen I de El Capital). Por ambas vías, la composición orgánica del capital tenderá a aumentar y los salarios reales volverán a caer (por menor demanda de fuerza de trabajo)… salvo que la lucha obrera, como expongo en el texto anterior, consiga consolidar, como nuevo valor de la fuerza de trabajo (salario de equilibrio), ese mayor nivel salarial. Vuelvo a citar a Marx respecto a la duración de la jornada laboral porque es muy claro al respecto:
[La reducción de la jornada laboral] no puede lograrse mediante acuerdos privados entre trabajadores y capitalistas. La necesidad de una acción política general demuestra que en su actividad meramente económica el capital es la parte más fuerte (Marx [1865] 1985, 146).
8.
En los dos epígrafes anteriores he recalcado la idea de que, para Marx, los salarios no pueden desviarse sostenidamente del coste de reposición de la fuerza de trabajo. ¿Por qué he enfatizado ese punto? Porque si los salarios se ubican por encima del coste de reposición de la fuerza de trabajo, eso significaría que los trabajadores tienen capacidad de ahorro: a saber, que no necesitan gastar todo su salario para reponer su fuerza de trabajo, que pueden no gastar (ahorrar) una parte de su salario y aun así reponer su fuerza de trabajo.
Lo anterior no significa que los salarios reales se mantengan constantes a lo largo del tiempo: si el coste de reposición de la fuerza de trabajo aumenta con el paso del tiempo (por ejemplo, porque los obreros quieren consolidar un nivel más elevado en sus estándares de vida), el valor de la fuerza de trabajo y el salario real aumentarán a la vez. Pero seguirá siendo cierto que los obreros carecen de capacidad de ahorro (todo el salario irá destinado a reponer la fuerza de trabajo).
Y es que, si bien la teoría marxista es compatible con que los salarios reales aumenten, no es compatible con que los obreros posean sostenidamente capacidad de ahorro. Esto no lo digo sólo yo, sino marxólogos tan prestigiosos como Michael Heinrich:
Si los trabajadores recibieran considerablemente más valor que el de los medios de subsistencia que han de comprar en el mercado, entonces a largo plazo no carecerían de propiedades y, por tanto, se liberarían, aunque fuera parcialmente, de la obligación de vender su fuerza de trabajo (Heinrich [2004] 2012, 95).
Astarita, en cambio, no entiende nada de esto o no quiere entenderlo. A su juicio, si afirmo que, para Marx, la capacidad de ahorro a largo plazo de los trabajadores es igual a cero, entonces he estar afirmando que los salarios reales se mantienen estancados:
[Rallo quiere] “demostrar” que el significativo aumento de los salarios reales desde los tiempos de Marx al presente (Inglaterra sería un caso prototípico) no puede ser explicado por la teoría de Marx. Véase, por ejemplo, p. 964, donde sugiere que, desde el enfoque de Marx, es imposible explicar cómo muchos sectores de la clase obrera, en especial de países adelantados, tienen capacidad de ahorro (en general, y esto Rallo no lo dice, para adquirir bienes de consumo duraderos, incluido viviendas; y para los retiros de vejez).
Non sequitur. Los salarios reales pueden crecer porque crezca el valor de la fuerza de trabajo, es decir, porque crezca el coste de reposición de la fuerza de trabajo. Es más, desde la teoría del valor trabajo, los salarios reales sólo pueden crecer sostenidamente si aumenta el valor de la fuerza de trabajo (su coste de reposición): lo contrario atentaría contra la teoría del valor trabajo. Y si el coste de reposición de la fuerza de trabajo crece al mismo ritmo que el salario, la capacidad de ahorro se vuelve cero.
Cuestión distinta sería hasta qué punto el ahorro para adquirir bienes de consumo duraderos puede considerarse realmente ahorro y no un gasto periodificado en bienes de consumo necesarios para reponer la fuerza de trabajo (materialmente, comprar una vivienda equivale a pagar un alquiler anticipado durante décadas, lo que haría que la vivienda en propiedad sólo fuera un gasto anticipado en consumo futuro para reponer la fuerza de trabajo). Siendo así, el aumento del patrimonio inmobiliario de los obreros no tendría por qué ser incompatible con las tesis de Marx (aunque desde luego sí lo es el aumento de su patrimonio en segundas viviendas, acciones o bonos). Pero esto sería objeto de otro debate.
9.
Este punto es el único de toda la exposición de Astarita que puede tener algún sentido, aunque no altera el fondo del debate (si en algún momento he sostenido que la teoría salarial de Marx es incompatible con el alza sostenida de los salarios reales). Lo que viene a decir Astarita es que no puede considerarse la lucha de clases como un elemento ajeno al capitalismo y que, por tanto, el alza salarial derivado de la lucha de clases puede reputarse como parte de la dinámica del capitalismo mismo.
Como ya he matizado antes, esa me parece una interpretación perfectamente lícita y coherente con el materialismo histórico. Cuando en mi libro sostengo que el alza salarial no es explicable, para Marx, por las dinámicas endógenas del capitalismo, a lo que quiero referirme es a que no es explicable (a largo plazo) por la mera competencia entre capitalistas:
Así pues, la teoría marxista de los salarios no es necesariamente incompatible con que el salario de equilibrio se incremente a largo plazo, aunque ese incremento sí debería ir acompañado de luchas obreras o políticas continuadas para elevarlo: es decir, la teoría marxista sobre los salarios sí es incompatible con que sea la propia dinámica del capitalismo, sin mediación de la lucha de clases (es decir, meramente merced a la competencia entre capitalistas por la adquisición de la fuerza de trabajo) la que conduzca a una elevación sostenida de los salarios.
Puede que la forma de expresarlo no sea la más adecuada (la única dinámica estructural del capitalismo no es desde luego la competencia entre capitales) y, si ésa es la crítica que se quiere efectuar, la acepto de buen gusto. Pero, repito, esto nada tiene que ver con sostener que la teoría salarial de Marx es incompatible con el alza salarial.
En todo caso, además, también hay que dejar claro que, incorporando este matiz, seguiría sin existir ninguna garantía de que la lucha de clases desatada estructuralmente por el capitalismo conduzca a un incremento salarial: los capitalistas podrían salir sistemáticamente victoriosos de la lucha de clases bloqueando las alzas salariales. Por tanto, lo que sí sería cierto es que, para Marx, no existe ningún automatismo estructural al capitalismo que garantice el alza salarial aun mediando el incremento sostenido de la productividad del trabajo.
10.
En este punto, Astarita sólo reitera mi afirmación previa de que la teoría marxista es incompatible con la capacidad de ahorro a largo plazo de los obreros:
Según Rallo, sin el supuesto de que los salarios deberían “mantenerse anclados en equilibrio al coste de reposición de la fuerza de trabajo”, “toda la teoría de la explotación se viene abajo” (p. 1072). O sea, eliminado ese molesto “equilibrio único” (astuto invento de Rallo que le atribuye a Marx) desaparecen las constricciones objetivas que establecen la propiedad privada de los medios de producción, concentrada en los capitalistas, y la no propiedad de medios de producción de los trabajadores “libres”.
Repito lo que ya he dicho (que obviamente no es lo que tramposamente me atribuye Astarita): a) yo no he hablado en ningún momento de equilibrio salarial único en el tiempo; b) que el salario se mantenga anclado al valor (coste de reposición de la fuerza de trabajo) no equivale a que los salarios reales se mantengan estancados (sólo significa que salario real y coste de reposición aumentan al mismo ritmo); y c), ciertamente, si los obreros contaran con una capacidad estructural para ahorrar y adquirir medios de producción, entonces toda la teoría de la explotación se vendría abajo (tal como explico en los capítulos 3 y 4 del tomo II de Anti-Marx).
Astarita considera que esta última proposición c) es absurda (aunque tampoco ofrece ningún argumento para ello). Sea como fuere, es un debate distinto al que estamos manteniendo y no convendría seguir abriendo nuevos debates antes de cerrar los que se mantienen abiertos (en una especie de desesperada huida hacia delante): sea cierto o no que, si los obreros pueden ahorrar la teoría de la explotación se viene abajo, lo que desde luego no es cierto es que yo haya afirmado en algún momento que la teoría salarial de Marx sea incompatible con los incrementos sostenidos en los salarios.
Pero Astarita necesita seguir aferrándose a ese absurdo argumento, que nadie que haya leído Anti-Marx puede sostener seriamente, por dos motivos: por un lado, para no reconocer que ha metido la pata por haber recurrido a una práctica intelectual absolutamente deshonesta (criticar un libro sin habérselo leído y partiendo de una frase suelta descontextualizada); por otro, porque no quiere enfrentarse a todos los variados argumentos críticos que aparecen en Anti-Marx contra la teoría marxista, de modo que aspira a despachar la obra como si fuera un compendio de insensateces tal como ilustraría mi supuesta incomprensión de la teoría salarial de Marx. Cito a Astarita al respecto: “Para terminar, la teoría de los salarios de Marx en interpretación Rallo es solo una muestra de los incontables problemas que tiene el Anti-Marx”.
A saber, “Rallo no entiende la teoría salarial de Marx y, del mismo modo [sin aportar prueba alguna, claro], tampoco entiende casi nada de la teoría de Marx, por tanto Anti-Marx no es una crítica seria al marxismo”. ¿Este tipo de trampas y falacias es lo mejor que puede aportar, en defensa del marxismo, uno de sus más insignes representantes en el mundo hispanohablante? Espero que no: deja de mentir y de manipular y ponte a debatir de una vez con un mínimo de honestidad y rigor.
Pero vamos a ver, cómo es eso de q Marx realmente no pensaba q la clase obrera se iba a depauperizar y volver cada vez mas miserable? Por mucho q otros marxistas despues d Marx hayan tratado d conjeturar un hipotetico mecanismo por el q la teoria marxista pueda ser compatible con una no-pauperizacion d la clase obrera, la realidad es q los textos q citas d Marx tanto en el manifiesto comunista como en su discurso en la primera internacional son bastante claros en q sí se adscribe a la tesis d pauperización, por lo q no deberías tratar d justificarte con q sólo te estabas refiriendo a que Marx pensaba q sólo disminuirian los salarios relativos, lo q deberias decir es: "Pues Marx no se adscribia a esa posibilidad, sus textos son muy claros en q vaticinaba una pauperización progresiva d la clase obrera", con dos cojones. Si no, entonces pa que te tomaste la molestia d citar esos pasajes d Marx? A lo hecho, pecho
Rallo, si cuando escribes "trabajadores" no te refieres a los obreros sino a los autónomos, no escribas trabajadores, escribe autónomos. Por mucho q para Marx los autónomos sean trabajadores, es evidente q cuando la gente lea tu libro va a identificar trabajador con obrero. No puedes escribir pensando q el lector va a entender tus palabras como las entiendes tú, pq no tienen los mismos conocimientos q tú, sino q vienen (incluido astarita) ya d casa con la idea prestablecida de "trabajador=obrero asalariado" pq así es como se emplean esos terminos en nuestro actual lenguaje cotidiano, y eso siempre va a prevalecer sobre el significado q tú le des a esas palabras, así que, cada vez q uses esas palabras susceptibles d ser interpretadas d manera diferente x el 99% d lectores, deberías aclarar entre parentesis el significado q tú o Marx le estáis dando