Un ejemplo de pésimo razonamiento "praxeológico" en Mises: la estabilidad de la demanda de dinero
Estoy ahora mismo trabajando en una muy amplia reescritura de mi libro “Una crítica a la teoría monetaria de Mises”. El objetivo es sistematizar, ampliar y clarificar muchas de las tesis presentadas en ese libro antes de una deseada traducción al inglés de esta pequeña obra (aunque tras la reescritura crecerá en tamaño).
Próximamente os iré compartiendo por este medio alguno de los progresos. De momento, simplemente quiero resaltar cómo en ocasiones Mises razona de un modo completamente pésimo sin que, ignoro el motivo, ningún austriaco habituado a leer (y releer) sus textos se haya dado cuenta o lo haya criticado públicamente.
Por ejemplo, Mises quiere o necesita defender que la demanda de dinero es estable para así validar la teoría cuantitativa del dinero. ¿Y cuál es el argumento que nos ofrece Mises para demostrar apodícticamente la estabilidad de la demanda de dinero? El siguiente:
Las variaciones [en la demanda de dinero por parte de un individuo] que surgen por causas puramente individuales no pueden tener, en general, una influencia cuantitativa demasiado grande en el mercado. En la mayoría de los casos, serán completamente o al menos parcialmente compensadas por variaciones contrarias que provienen de otros individuos en el mercado. Pero una variación en el valor de cambio objetivo del dinero solo puede surgir cuando se ejerce una fuerza en una dirección que no es contrarrestada por una fuerza contraria en la dirección opuesta. Si las causas que alteran la proporción entre la cantidad de dinero y la demanda del mismo desde el punto de vista de un individuo consisten simplemente en factores accidentales y personales que sólo conciernen a ese individuo en particular, entonces, según la ley de los grandes números, es probable que las fuerzas derivadas de esta causa, y que actúan en ambas direcciones en el mercado, se compensen mutuamente. La probabilidad de que la compensación sea completa es mayor cuanto más agentes económicos individuales haya (Mises [1912] 1953, 137).
Bien, con el objetivo de mostraros por qué este argumento debería resultar completamente inadmisible para cualquier economista (y también para contextualizar el debate) os copio la parte del libro que he reescrito sobre esta cuestión.
El valor fundamental del dinero equivale al valor de uso (la prima de liquidez) de su demandante marginal. Y su valor de cambio objetivo está determinado por la ratio entre el valor fundamental del dinero y el valor fundamental del resto de activos. Por consiguiente, la demanda final de dinero desempeña un papel esencial a la hora de determinar su poder adquisitivo. Ciertamente, teóricos cuantitativistas como Mises o Friedman no rechazan la relevancia de la demanda de dinero en la determinación de su poder adquisitivo: el propio Friedman (1956) llega a afirmar que la teoría cuantitativa del dinero es una teoría sobre la demanda de dinero. Sin embargo, al caracterizar la demanda de dinero como estable (o, al menos, como funcionalmente estable y con variables independientes de la oferta de dinero), los teóricos cuantitativistas terminan orillando la influencia de la demanda de dinero tanto a la hora de provocar fluctuaciones reales en la actividad y nominales en los precios cuanto a la hora de contrarrestar los efectos reales y nominales que pudiesen engendrar los cambios en la oferta de dinero.
Expresado de otro modo, si partimos de la ecuación cuantitativa del dinero (M*V=P*Q) y formulamos la teoría cuantitativa del dinero, tal como la caracteriza Mises, del siguiente modo:
1. En general, V es estable e independiente de M.
2. Siendo V estable, todo cambio en M provocará un cambio en P*Q y no habrá (en general) cambios en V que provoquen cambios en P*Q.
3. Además, los cambios en P*Q dependerán de los cambios en M y no al revés.
4. Si la economía se halla cerca del pleno empleo (no hay recursos ociosos que permitan incrementar Q), los aumentos de M se traducirán en aumentos de P.
Podemos decir que la teoría cuantitativa del dinero es errónea precisamente por presuponer la estabilidad y la independencia de la demanda de dinero (1) y, por tanto, no explicar por qué los cambios en M no tienen por qué generar cambios en P*Q (2) ni, a su vez, por qué P*Q puede cambiar como consecuencia de cambios en la demanda de dinero (2) o puede generar cambios en M (3). Vayamos por partes.
1. La estabilidad de la demanda de dinero
Para Mises, sólo hay tres supuestos en los que la demanda de dinero podría fluctuar en el conjunto de la economía: la desmonetización del activo que se usa como dinero, el incremento social de la incertidumbre y el aumento del número de transacciones en el conjunto de la economía. En el resto de los casos, sostiene Mises, la demanda de dinero se mantendrá estable. En el resto de los supuestos, presupone que la demanda de dinero es estable por la ley de los grandes números.
Y, por supuesto, si el aumento de la demanda de dinero de un agente económico se ve perfectamente compensada por la reducción de la demanda de dinero de otro agente económico, la demanda agregada de dinero se habrá mantenido estable por definición. La cuestión, claro, es por qué deberíamos presuponer que, con la excepción de los tres supuestos anteriores, cualquier cambio en la demanda de dinero de un agente económico (o de unos agentes económicos) se verá contrarrestada por un cambio, en sentido opuesto, de otros agentes económicos. A la postre, exactamente el mismo razonamiento podríamos dirigirlo respecto a la demanda agregada de cualquier otra mercancía (tomates, televisores, automóviles, viviendas, etc.). Modifiquemos ligeramente (reemplazando dinero por automóviles) el argumento de Mises (p. 137) para darnos cuenta del absurdo de su razonamiento:
Las variaciones [en la demanda de automóviles por parte de un individuo] que se deben a causas puramente individuales no pueden tener, en general, una influencia cuantitativa demasiado grande en el mercado. En la mayoría de los casos, [esas variaciones en la demanda individual de automóviles] serán completamente o al menos parcialmente compensadas por variaciones contrarias que provienen de otros individuos en el mercado. Pero una variación en el valor de cambio objetivo de los automóviles solo puede surgir cuando se ejerce una fuerza en una dirección que no es contrarrestada por una fuerza en la dirección opuesta. Si las causas que alteran la proporción entre la cantidad de automóviles y la demanda de los mismos desde el punto de vista de un individuo consisten simplemente en factores accidentales y personales que sólo conciernen a ese individuo en particular, entonces, según la ley de los grandes números, es probable que las fuerzas derivadas de esta causa, y que actúan en ambas direcciones en el mercado, se compensen mutuamente. La probabilidad de que la compensación sea completa es mayor cuantos más agentes económicos individuales haya.
Como decíamos, con ese mismo razonamiento podríamos justificar la estabilidad de la demanda de cualquier otra mercancía: algo que Mises desde luego no defendería fuera del escenario de una economía de giro uniforme (1949 [1998], pp. 247-249). Pero es que el propio Mises reconoce que el dinero no desempeñaría ninguna función dentro de una economía de giro uniforme, puesto que el dinero es una herramienta para enfrentarse al cambio, mientras que en la economía de giro uniforme el cambio está ausente:
En un sistema sin cambios en el que no hay absolutamente ninguna incertidumbre sobre el futuro, nadie necesita mantener dinero en efectivo. Cada individuo sabe exactamente cuánta cantidad de dinero necesitará en cualquier fecha futura. Por lo tanto, está en posición de prestar todos los fondos que recibe de tal manera que los préstamos vencen en la fecha en que los necesitará. Supongamos que solo existe dinero en forma de oro y un único banco central. Con el progresivo avance hacia el estado de una economía de giro uniforme, todos los individuos y empresas reducirían paso a paso su tenencia de efectivo, y las cantidades de oro que se liberaran por esta vía afluirían hacia usos no monetario, es decir, hacia la industria. Cuando finalmente se alcance el equilibrio de la economía de giro uniforme, ya no hay tenencias de efectivo; nadie usa el oro con fines monetarios. (…) Todas las transacciones pueden efectuarse a través de transferencias en los registros del banco sin necesidad de efectivo. Así que el "dinero" de este sistema no es un medio de intercambio; de hecho, no es dinero en absoluto; es simplemente un numerario, un etéreo e indeterminado sistema contable con un carácter vago e indefinible, al cual la imaginación de algunos economistas y los errores de muchos legos han asociado erróneamente con el dinero (…) Si usáramos la inapropiada terminología empleada en muchos textos económicos contemporáneas, tendríamos que decir: el dinero es necesariamente un "factor dinámico"; no hay lugar para el dinero en un sistema "estático". Pero la misma noción de una economía de mercado sin dinero es contradictoria en sí misma ([1949] 1998, p. 250).
Si los agentes económicos demandan dinero para hacer frente a los cambios (para reducir los costes de transacción y la incertidumbre de los intercambios) y la economía de mercado está caracterizada por el cambio, entonces no hay razón para presuponer que la demanda agregada de dinero no puede fluctuar. Mises se limita a apelar a que siempre que la demanda de dinero de algunos individuos cambie, la demanda de otros individuos cambiará compensatoriamente en la dirección opuesta por la ley de los grandes números. Pero la ley de los grandes números sólo sería aplicable si presupusiéramos que el valor esperado de los cambios en la demanda de dinero es igual a cero, es decir, si presupusiéramos que la demanda agregada de dinero es estable (en tal caso sí sería cierto que los cambios individuales en la demanda de dinero se compensarían los unos con los otros y que, en consecuencia, el promedio de esos cambios individuales convergería con el valor esperado de cero): pero presuponer que la demanda de dinero es estable no demuestra que la demanda de dinero sea estable. Por consiguiente, Mises no nos ofrece ningún argumento para demostrar que la demanda agregada de dinero sea normalmente estable.
En realidad, es imposible afirmar apodícticamente, como pretende hacer Mises, que la demanda agregada de dinero ha de ser estable: si el propio Mises ([1949] 1998, p.21) reconoce que “cualquier investigación científica [dentro del ámbito de la teoría económica] ha de tomar como dados los juicios últimos sobre el valor y los fines últimos de la acción humana; no están abiertos a un análisis más profundo. La praxeología estudia los medios escogidos para alcanzar tales fines últimos. Su objeto de estudio son los medios, no los fines”, entonces no tiene sentido presuponer que la demanda de dinero se mantendrá estable. No hay ninguna necesidad lógica de que así sea: las preferencias de los individuos (ésas que la praxeología no enjuicia) bien podrían empujar en cualquier momento a suficientes individuos a demandar más o menos dinero (según deseen una mayor o minimización de los costes de transacción y de la incertidumbre asociada a sus intercambios esperados). Desde un punto de vista apriorístico, no cabe afirmar nada sobre si la demanda de dinero se mantendrá en general estable o no lo hará.
Me alegra que hayas vuelto a publicar en tu blog, Juan Ramón. Está muy interesante lo que decís, espero que traigas material más seguido.
Tengo una pregunta un poco desubicada: me recomendas comprar tu libro criticando a Mises? Planeaba comprarlo para éstas navidades. No es que pretenda esperar a que reedites el libro con material complementario (o que publiques otro) ya que eso demoraría bastante tiempo. Mi pregunta va más por el lado de tu pensamiento. Si me confirmas que tus ideas se han mantenido más o menos estables y consistentes desde la publicación del libro hasta hoy, entonces lo compro. Gracias!