La tercera edición de Anti-Marx incluye una ampliación del epígrafe 5.4.2 en el segundo tomo que reproducimos a continuación.
Tal como acabamos de comprobar, no es posible compatibilizar en equilibrio el valor de una mercancía con su precio de producción (o no, al menos, manteniendo la validez de la teoría de la explotación). El problema de la transformación carece de solución dentro del marco marxista: los precios de equilibrio dentro del capitalismo no están determinados, ni siquiera como centro de gravedad, por los valores. Incluso aquellos autores filomarxistas que han estudiado los supuestos excepcionales bajo los que la transformación de valores en precios de producción sí respeta la doble igualdad agregada entre valores-precios y plusvalías-ganancias (Abraham-Frois y Berrebi 1979), reconocen que, como norma general, esta doble igualdad agregada es imposible de lograr:
Siempre es posible lograr o la igualdad entre ganancias agregadas y plusvalía agregada o entre la suma de los precios de producción y la suma de los valores. Estas dos igualdades constituyen condiciones de normalización alternativas entre las que uno siempre puede escoger y que no poseen un significado específico per se. Sin embargo, por lo general ambas igualdades (que se corresponden con diferentes condiciones de normalización de los precios de producción) no podrán cumplirse simultáneamente (Abraham-Frois y Berrebi 1997, 157)
Y precisamente porque el problema de la transformación carece de solución dentro del marco marxista, resultan especialmente interesantes aquellas reinterpretaciones del problema de la transformación que impugnan que éste sea verdaderamente un problema de compatibilización cuantitativa entre dos realidades fenomenológicas distintas, a saber, valores y precios de producción: desde la perspectiva de esta reinterpretación, el valor tan sólo sería la expresión más simple del trabajo social realizado privadamente a través de la mercancía, mientras que los precios de producción serían la determinación más concreta, dentro del capitalismo, del trabajo social realizado a través de la mercancía-capital. Es decir, que el valor sería simplemente una primera aproximación, de carácter más abstracto, al tiempo de trabajo social que se haya materializado en los productos del trabajo privado e independiente dentro de una organización económica estructurada alrededor de la propiedad privada de los medios de producción y la consecuente división social del trabajo: y el precio de producción sería su expresión más concreta teniendo en cuenta que las mercancías son capitales y que existe una unidad orgánica entre los distintos capitales en competencia.
Vamos a analizar, y criticar, los argumentos de dos autores que se adscriben a esta postura: Íñigo Carrera (1997) y Martínez Marzoa (1983).
Los precios de producción como transformadores de las relaciones de producción
En primer lugar, expondremos los argumentos de Íñigo Carrera (1997): en el capitalismo, las mercancías no son meramente valor sino <<valor valorizado en igual proporción que se ha valorizado a su vez del mismo modo>>; es decir, las mercancías no sólo son valores que se revalorizan como productos (outputs) a una misma tasa de ganancia, sino que son el resultado del consumo productivo de otras mercancías (inputs) que han sido valores revalorizados a esa misma tasa de ganancia. Por tanto, la sustancia común que comparten todas las mercancías-capital y que posibilita su cambiabilidad ya no es meramente el trabajo social que cada una de ellas representa (valor) sino el trabajo social con capacidad de apropiarse de más trabajo social que aquél materializado en cada una de ellas (precio de producción). Y, por consiguiente, el precio de producción de una mercancía no podrá representar el trabajo social inmediatamente materializado en ella (valor) salvo en un supuesto extraordinariamente excepcional: que la composición orgánica del capital y la velocidad de rotación bajo la que se ha producido esa mercancía sean igual al promedio de la economía, incluyendo aquí la composición orgánica del capital y la velocidad de rotación de los medios de producción y de los medios de subsistencia que directa o indirectamente participan en la producción de esa mercancía también sean iguales al promedio del conjunto de la economía.
Desde esta perspectiva, Marx utilizó un modelo muy simplificado (recordemos que lo hemos rescatado en la Tabla 5.19) para exponer la transformación de valores en precios de producción, haciendo deliberadamente abstracción tanto de la conversión en precios de producción de los inputs cuanto del equilibrio interdepartamental. Es decir, que Marx tan sólo quiso mostrar la transformación de valores en precios de producción de los outputs. Y si uno quiere formular un modelo más complejo en el que los valores de los inputs también se transformen en precios de producción dentro de un escenario de reproducción simple –tal como reclama Bortkiewicz–, deberá hacerlo teniendo presente que esa transformación modificará endógenamente las relaciones de producción y de distribución respecto a la situación en que los inputs circulaban como valores y no como precios de producción y, por tanto, también modificará el valor agregado y la plusvalía agregada: incluyendo la modificación del tiempo de trabajo social que representa una unidad de numerario respecto a la cual se expresen el resto de precios de producción (Íñigo Carrera 2019).
Tratemos de formalizar el argumento: sea alfa una economía donde las mercancías no se intercambian como productos del capital y sea beta una economía donde sí lo hacen. Definamos, a su vez, el valor agregado de una economía (VA) como la suma del capital constante, del capital variable y de la masa de plusvalía, todos ellos expresados en términos de unidades de oro como numerario:
Si definimos el capital constante como el producto entre las horas de trabajo social representadas por los medios de producción (TTM) y el tiempo de trabajo social representado por una unidad de numerario (o):
A su vez, definimos el capital variable como el producto entre el tiempo de trabajo necesario por trabajador, el número de trabajadores empleados y el tiempo de trabajo social representado por una unidad de numerario:
Definimos igualmente la masa de plusvalía como el producto tiempo de plustrabajo por trabajador (tpt), el número de trabajadores y el tiempo de trabajo social representado por una unidad del numerario:
Y dado que el tiempo de trabajo medio por obrero (tt) es igual a la suma de su tiempo de trabajo necesario y su tiempo de plustrabajo, tt=ttn+tpt, entonces:
Así pues, al decir que la suma de los precios de producción de beta es igual a la suma de valores de alfa, en realidad estamos diciendo que la suma de valores de alfa ha de ser igual a la suma de valores subyacentes a beta (pues dentro de la economía capitalista beta, la suma de sus precios de producción es igual a la suma de sus valores). Pero para que la suma de valores en ambas economía fuera igual sería necesario que:
¿Pero por qué hemos de suponer que la cantidad de obreros, la cantidad de medios de producción o el trabajo social representado por una unidad de numerario han de ser los mismos (o sus diferencias compensarse entre sí) cuando las mercancías se intercambian como mercancías simples que cuando se intercambian como mercancías-capital?
Asimismo, al decir que la masa agregada de ganancia de alfa es igual a la masa de plusvalía agregada de beta, en realidad estamos diciendo que la masa de plusvalía de alfa ha de ser igual a la masa de plusvalía de beta (pues en la economía capitalista beta, la masa agregada de ganancia es igual a la masa agregada de plusvalía). Pero para que las masas agregadas de plusvalía en ambas economía fueran iguales sería necesario que:
¿Pero, de nuevo, por qué hemos de suponer que la cantidad de obreros, el tiempo de plustrabajo o el trabajo social representado por una unidad de numerario han de ser los mismos (o sus diferencias compensarse entre sí) cuando las mercancías se intercambian como mercancías simples que cuando se intercambian como mercancías-capital?
Es decir, que la comparación adecuada no es entre la suma de los valores de alfa y la suma de los precios de producción de beta (o entre la masa de plusvalía de alfa y la masa de ganancia de beta, sino entre la suma de los valores de beta y la suma de los precios de producción de beta (o entre la masa de plusvalía de beta y la masa de ganancia de beta). Parecería, pues, que Bortkiewicz no le está planteando ningún reto al marxismo, sino más bien tendiéndole una trampa: el estudio de la transformación de valores en precios de producción no consiste en imponerle al resultado final de esa transformación unas restricciones que ni siquiera Marx consideró, a saber:
sino analizar qué sucede con cada mercancía (y con la interrelación entre todas ellas) cuando dejan de intercambiarse como mercancías simples y pasan a intercambiarse como mercancías-capital. Como explica Íñigo Carrera (2019):
Todas [las ‘soluciones’ al ‘problema de la transformación’] parten de ignorar que la determinación concreta de los valores como precios de producción implica un cambio en la materialidad de la reproducción de la producción y el consumo social respecto de aquella cuyas determinaciones ya habían sido descubiertas cuando todavía se conocía a las mercancías como productos del capital en la producción pero se las seguía reconociendo como simples productos del trabajo en la circulación.
Ilustremos todo este razonamiento partiendo de un ejemplo extraído de Fernández Liria y Alegre Zahonero ([2010] 2019, 612-614). Partamos de una economía donde se producen tres mercancías (hierro, trigo y oro) y en las que cabe expresar en especie el capital constante y variable de cada una de ellas según aparece en la Tabla 5.22:
Si el tiempo de trabajo necesario para producir una onza de oro es una hora, entonces podremos expresar la Tabla 5.22 en forma de valores tal como aparece en la Tabla 5.23:
Pues bien, si cada una de estas tres mercancías comienza a producirse y también intercambiarse como mercancías-capitales, la Tabla 5.23 podrá expresarse en precios de producción como figura en la tabla 5.24:
¿Por qué en este caso sí se cumple la doble igualdad agregada entre la Tabla 5.23 y la Tabla 5.24? Primero, porque el tiempo total de trabajo es el mismo en ambas tablas (2.000 horas de trabajo social). Segundo, porque el tiempo total de plustrabajo es el mismo en ambas tablas (200 horas de trabajo social). Y tercero, porque la unidad del numerario en ambas tablas representa inalteradamente una hora de trabajo social (o, mejor dicho, la composición orgánica del capital del numerario es igual a la composición orgánica del capital del conjunto de la economía en ambas tablas). Por tanto, como
Entonces la suma de valores en alfa también es igual a la suma de precios de producción en beta y la plusvalía agregada en alfa es igual a la ganancia agregada en beta.
Ahora bien, no deberíamos caer en el error de confundir que si la doble igualdad agregada entre valores-precios de producción y plusvalía-ganancia se da en algún supuesto excepcional como éste (y acaso en otros supuestos igualmente excepcionales [Abraham-Frois y Berrebi 1997, 157-160]), se dará por definición y que, por tanto, el problema de la transformación tal cual lo planteó Bortkiewicz no existe. De hecho, podemos recurrir al ejemplo original de Bortkiewicz para ilustrar por qué la doble igualdad agregada no ocurre siempre por definición en toda economía capitalista y, por tanto, por qué el problema de la transformación sigue existiendo en los términos en que se lo suele conceptualizar.
Reproduzcamos nuevamente, para facilitar la lectura, el ejemplo original de Bortkiewicz. La Tabla 5.25 contiene un modelo de economía que hace abstracción de las mercancías como capitales y donde, por tanto, las mercancías se intercambian a sus valores (alfa):
Y las tabla 5.26 y 5.27 representan las posibles transformaciones de esa economía cuando las mercancías pasan a intercambiarse como mercancías-capitales (beta1 y beta2).
Recordemos, además, que la solución simultaneísta de Bortkiewicz en la Tabla 5.26 converge con la solución iterativa que daba Shaikh (como expusimos en el epígrafe 5.2 del tomo primero de este libro): es decir, que la estructura de precios de producción de la Tabla 5.26 es una estructura hacia la que podría convergirse progresivamente partiendo de la estructura de valores de la Tabla 5.25.
Sin embargo, la doble igualdad agregada no se cumple ni entre las tablas 5.25 y 5.26 ni entre las tablas 5.25 y 5.27: el valor agregado de la Tabla 5.25 (875 onzas) coincide con los precios de producción agregados de la Tabla 5.26 (875 onzas) pero la masa de plusvalía (200 onzas) no coincide con la masa de ganancia (175). A su vez, la masa de plusvalía de la Tabla 5.25 (200 onzas) sí coincide con la masa de ganancia de la 5.27 (200 onzas), pero el valor agregado (875 onzas) no coincide con los precios de producción agregados (1.000 onzas). Y las divergencias no pueden atribuirse a que el numerario en 5.25 represente una magnitud de tiempo de trabajo social diferente a 5.26 o 5.27, porque si la plusvalía de 200 onzas de oro en la Tabla 5.25 representa el mismo tiempo de trabajo social que 175 onzas de oro en la Tabla 5.26, entonces la suma de valores de 875 onzas de oro en la Tabla 5.25 no representará el mismo tiempo de trabajo social que la suma de precios de producción de 875 onzas en la Tabla 5.26; y, asimismo, si la suma de valores de 875 onzas en la Tabla 5.25 representa el mismo tiempo de trabajo social que la suma de precios de producción de 1.000 onzas en la Tabla 5.27, entonces la masa de plusvalía de 200 onzas en la Tabla 5.25 no representará el mismo tiempo de trabajo social que la masa de ganancia de 200 onzas en la Tabla 5.27.
La respuesta que nos ofrecería Íñigo Carrera para compatibilizar la transición desde los valores de la Tabla 5.25 a los precios de producción de la Tabla 5.26 o 5.27 consistiría en presuponer que las relaciones de producción (la composición técnica del capital) han cambiado a lo largo de esa transición como consecuencia, justamente, de que los precios de producción inducen cambios endógenos en las relaciones de producción entre departamentos. En ese caso, la suma de los precios de producción en la Tabla 5.26 sí podría ser igual a la suma de los valores subyacentes a la Tabla 5.26 y la masa de ganancia en la Tabla 5.26 sí podría ser igual a la masa de plusvalía subyacente a la Tabla 5.26 (y, lo mismo, con la Tabla 5.27). Pero, como mostraremos a continuación, los cambios en las relaciones de producción descritos en las tablas 5.26 y 5.27 (con respecto a la Tabla 5.25) son incoherentes con la teoría del valor trabajo y con la teoría de la explotación, de manera que la solución de Íñigo Carrera al problema de la transformación no será realmente tal.
Si la tasa de plusvalía agregada es
entonces
Es decir, al transformar los valores (Tabla 5.25) en precios de producción (Tablas 5.26 y 5.27) ha tenido lugar una caída de la tasa de explotación dentro del conjunto de la economía capitalista. Y, como bien explica Íñigo Carrera (1997), hay dos razones que pueden explicar esta caída en la tasa de explotación:
La tasa de plusvalía (…) varía sobre dos bases. La primera es la variación de la duración de la jornada de trabajo, que actúa directamente sobre la magnitud de la plusvalía absoluta. (…) La segunda fuente de variación de la tasa de plusvalía reside en el cambio en el valor de la fuerza de trabajo. Este cambio actúa sobre la magnitud de la plusvalía relativa. Tiene lugar al variar la capacidad productiva del trabajo que directa e indirectamente (por producir los medios de producción utilizados luego en la anterior) produce los medios de vida para los asalariados productivos.
Ahora bien, como también recuerda Íñigo Carrera (2019), la duración de la jornada laboral es una variable que sólo puede cambiar como consecuencia de la lucha de clases y no de la transformación de valores en precios de producción: <<Al avanzar en el proceso de valorización de los capitales individuales, Marx reconoce que la determinación de la duración de la jornada de trabajo trasciende su individualidad a través de la lucha entre el “obrero universal” y el “capitalista universal”, es decir, entre la clase obrera y la clase capitalista>>. O en las palabras del propio Marx: <<La determinación de la jornada laboral diaria se presenta como el resultado de una lucha entre el capital colectivo, la clase capitalista, y el trabajo colectivo, la clase obrera>> (C1, 10.1, 344). Por consiguiente, si la lucha de clases no ha intervenido exógenamente para modificar la duración de la jornada de trabajo durante la transición desde la tabla 5.25 a la tabla 5.26 o 5.27, la única razón que podría explicar la caída de la tasa de plusvalía sería un incremento del tiempo de trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo que, a su vez, y como señala Íñigo Carrera, debería tener su origen en una caída de la productividad del trabajo que directa o indirectamente se usa para producir los medios de vida de los asalariados.
¿De qué depende, en Marx, la productividad del trabajo y la plusvalía relativa? De nuevo, como bien señala Íñigo Carrera (2017), <<dadas la duración de la jornada e intensidad de trabajo, a una mayor masa de capital constante materializado en instrumentos de producción corresponde una mayor capacidad productiva del trabajo que los usa>>. Es decir, que la productividad (si no hay variaciones en la duración de la jornada y en la intensidad del trabajo) depende de la composición técnica del capital (y precisamente estamos analizando el supuesto de que la estructura técnica del capital haya cambiado con la transición de valores a precios de producción). De ahí que, para que se incremente el tiempo de trabajo necesario y se reduzca la plusvalía relativa, deberíamos presenciar una caída de la composición orgánica del capital. Pero no es eso lo que ocurre en las tablas 5.26 y 5.27 con respecto a la Tabla 5.25: siendo
entonces,
No sólo eso, la composición orgánica del capital en beta1 y beta2 es superior a la de alfa en los tres departamentos, de manera que, por necesidad, debería haberse incrementado la capacidad productiva del trabajo que directa o indirectamente crea los medios de subsistencia de los obreros: pero, si lo hubiera hecho, el tiempo de trabajo necesario se habría reducido, la plusvalía relativa se habría incrementado y la tasa de plusvalía habría aumentado. Y, en cambio, lo que ocurre es que la tasa de plusvalía se reduce con una duración de la jornada laboral inalterada.
En definitiva, el problema de la transformación sigue existiendo y sigue sin haberse resuelto satisfactoriamente: aun cuando aceptemos que, al pasar de las mercancías simples a las mercancías-capital, tendrán lugar alteraciones en las relaciones de producción y de distribución de nuestro modelo abstracto, esos cambios deberían ser coherentes con la teoría del valor trabajo y la teoría de la explotación de Marx. Y en el ejemplo propuesto por Bortkiewicz comprobamos que no tienen por qué serlo, de manera que seguiríamos sin poder igualar en agregado valores-precios y plusvalía-ganancia.
Hasta el momento, esta tercera edición no atiende el falso problema que representa para el marxismo no ortodoxo el problema de la transformación.
Primero. Existen mercancías cuyos precios nunca se acercan a la lógica del valor de cambio y que no oscilan ni tienden, en torno a él. Se puede obtener de ellas ganancia temporal de la plusvalía y eso es la masa de ganancia (n° unidades x precio unitario). Sin embargo, a nivel global e histórico esa ganancia termina anulándose, especialmente, tras las crisis cíclicas del capital especulativo (siquiera se trata del productivo, como tal).
Segundo. La tasa de plusvalía también puede caer, por bajar el precio unitario, supongamos, por la competencia, manteniendo el capital variable, así como el progreso tecnológico, esto hará caer la tasa de explotación. De modo que la explicación, al menos como la presenta Rallo aquí guiándose de Carrera, no es precisa.
En la plusvalía relativa el salario aumenta, así también la tasa de explotación. Como tal, no es solo por la lucha de clases que pueda bajar la jornada laboral, sino que recurrir sólo a la plusvalía absoluta (aumentar la jornada o bajar el salario) es políticamente inviable para el capitalismo en el largo plazo.